Nuestro perro alano cuenta con una historia que se remonta más atrás incluso, que la de la creación del antiquísimo Reino de España. La nuestra es una tierra siempre marcada por un fuerte carácter, y nuestra casta canina es uno de sus más claros ejemplos.
Perro alano es perro de presa, es montero, ganadero, guardián y guerrero, en todas sus formas. Un viajero de más de siete siglos que nos llega encarnado hasta los perros encartados, desde más atrás incluso, que el propio Reino de España. Mantiene una presa magna a la altura de la bravura del ganado monchino, no se le han caido por el camino su modo selectivo: esto es, capaz de apresar un toro a una orden puntual, y convivir con él en la dehesa en estado de alerta permanente, velando por la paz, con el resto de animales de una granja. Sujetar sin concesiones pero con la opción de conectar y desconectar a voluntad o a demanda. Sociabilidad, gran inteligencia, alta capacidad de rastro y venteo, es decir, nos llega pleno de virtudes, de las antiguas y legendarias, pero ¿con qué formato morfológico?
En su origen, este proyecto de Alano español, se inicia recuperando al viejo perro Alano que inició en la década de los 80 el equipo GAPAE: Nace con la idea en mente de llegar hasta el Alano desde la genética que atesoraban los últimos presas del país localizados en excelentes condiciones en Encartaciones, como perros de toros, y alguna hembra jabalinera. El Proyecto se materializa en el Godo de Alajú, pero era tan complejo recrear un cuerpo de LEBREL con cabeza DE PRESA, como una mente fría y un corazón caliente. La tendencia era más prolija en cargar de sustancia las morfológicas, o en aligerarla desde la cabeza hasta el rabo; del mismo modo, los que eran muy sociables no tenían sangre en las venas, y los que la tenían para osar agarrar, perdían el autodominio con sus congéneres… el equilibrio entre tantos matices era la diferencia y la barrera, bajar el mito a la realidad era el reto, pero estaba escrito que existió y si en algún sitio se mantuvo, no debería ser muy lejos de estas magníficas castas criadas por los ganaderos al calor de su orgulloso ganado monchino. Más bien decir que ese era el sitio.
Nuestro papel en esta historia arranca en el momento adecuado: La Selva de Pedro Lana, traía detrás al Brutus de Ponce de León (Navarro de Sámano x Linda la Roja) y por madre a la Lista de Saravia (Rambo de Ponce de León y más Saravia, que era el ingrediente mágico de la livianidad que faltaba) Una estructura ligera pero con un genotipo bien ponderado y muy consistente. En lo temperamental era el sumun de la inteligencia, la valentía y el saber estar del compañero soñado. El Puntal de Viesques podría parecer el contratipo de ésta en lo morfológico, más braquicefalo pero sin pasarnos, morro más amplio pero sin velfo, tronco mas magro, pero metido en cintura, y en lo genético las mismas raíces, por supuesto. El producto fue una camada muy típica y homogénea, con un individuo algo más estirado que el resto, que traería, 20 años después, la esencia del Proyecto que se resistía a reencarnarse. La primera vez que el «Trabuco del Corrican» irrumpió en un ring, caminando con paso tenso entre los chatos arrugados y flemáticos de la época, ya nada volvió a ser igual. Se alzó con el mejor de raza por fin un alano que venía del trabajo. Por fin uno encartado. Por fin uno libre de Carpintero, Taranto y todo ese grupo que ganaba en las exposiciones una tras otra. El juez Carlos Salas, director de las Razas españolas sentenció el cambio de rumbo. Debia ser el año 2005, Talavera. Exposición internacional. Especial Razas españolas. Mejor que mil palabras se hizo entender entre algunos Alaneros el concepto original. No era perfecto, mejorable en muchos matices, pero su magna presa en el agarre de toros y guarros, sobre una estructura tan ligera y veloz como potente, era justo el hueco a ocupar, por derecho, en la cinofilia internacional. En él se encerraban un corazón y un temperamento regio que le hacían pisar muy fuerte, y todo lo decía con esa altiva expresión, típica, rústica y antigua, que transmitía sólo con verlo, y que por un momento cortaba el aliento. Hoy quiero destacar el buen criterio de los que se fijaron en Diente contra sus modelos contemporáneos y los que después han elegido y eligen su sangre, que marca un sello de identidad muy fuerte en toda la línea, fácilmente reconocible, por dentro y por fuera. Dedicado a su primer dueño, José Ignacio Vega, un recuerdo muy especial a su revulsivo, mi buen Carlos Muñoz, y a los que han apostado por el Gran Trabuco del Corrican haciéndole crecer en el tiempo. Aquí muestro cómo son sus hijos, nietos y descendientes, con gran orgullo.